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La  Fragua

 

Yolanda Martínez de Samper

 

 

 

Un  día de  marzo de  1958  iba yo en el carro  de mamá  rumbo a mi casa,  en  Usaquén,  cuando el conductor  me  preguntó :  - Cree  usted que el Doctor  Samper  me podría hacer los planos  de mi casita ?

  • Naturalmente  que  sí,  le  respondí -  Y  donde  la va  a  hacer ?

  • No  se  -  No  tengo lote  todavía –

  • Pero  si tiene el dinero?

  • No,  me  contestó.  Pero  eso no importa.  Yo estoy seguro  de  conseguirlo.

Y  me soltó  un discurso  muy elocuente  sobre  su necesidad de una vivienda propia,  no inquilinato y  cómo estaba decidido  a salir  de esa  condición. 

                                

Yo  tenía todo  un plan,  escrito  en un cuaderno,  de cómo  organizar  un grupo,  inspirado en  la  experiencia de  “los  castores”  de  Bélgica  que  después de la segunda  guerra  mundial  reconstruyeron  sus ciudades  arrasadas. 

Y  eran todas  profesionales que se pusieron  a la obra por la necesidad de rehacer sus vidas.

Le  conté esta historia a  Ángel  María.  Lo invité  a  entrar en mi casa para explicarle en el tablero del corredor donde los niños  pintaban con tizas de  colores,  el plano  que yo tenía en mente:  Un cuadrado dividido en 4 espacios,  con entradas independientes  a cada uno -  Le  dije:  consiga otros tres amigos  o parientes,  compran un lote  y construyen unas casas así,  con los servicios  al centro para  economizar  instalaciones y desagües.

 

Antes de una semana  se me presentó  con siete parientes y cuando menos pensé  aparecieron veinte…! Me asusté,  porque  yo no tenía sino una idea,  un modelo.  Pero nada absolutamente  de recursos  para  ponerlo en  práctica.

 

En  esa época,  Germán,  mi marido,  tenía un grupo  de Jazz  que se reunía en nuestra  casa los sábados  por la tarde.  El  inspirador  era  un arquitecto  chileno,  excelente  clarinetista:  René  Eyeralde.

Tenían  cuatro instrumentos: piano,  clarinete,  contrabajo  y  el tambor  de la percusión.

Con la dirección  de René  llegaron a tocar  muy bien  y así se reunieron durante  varios meses,  en nuestra casa.

Venían con sus esposas y nosotras les ofrecíamos  unas  “onces”  opíparas al final de la tarde.

 

Fue  muy  agradable  y  nos  divertíamos  mucho.  En  medio  de  aquellas reuniones,  yo  le  preguntaba a  René  todo  lo concerniente a la gente  que me estaba  presionando  para  la  autoconstrucción  de sus  viviendas. 

René era el  director  de un  programa   de la  OEA  que  estaba  en ese momento  promoviéndose  en su sede  de la ciudad  universitaria,  el CINVA:  Centro Interamericano de Vivienda.

 

René  me tranquilizaba contándome  que hacía 15 años,  en  Chile,  su  país,  se  construía  por ese sistema con mucho éxito.  Me indicó cómo hacer  los primeros  formularios  de investigación  de las familias.  Me contactó con  un abogado  que  les hizo la  personería  jurídica,  sin  la cual  no podían  contratar,  como  grupo. Me conectó además, con el Instituto de Crédito Territorial donde,  casualmente,  el  Gerente era un conocido nuestro,  un pariente de todos mis primos: Antonio Garcés  Sinisterra,  de  Calí. 

 

Cuando él se retiró,  a fines  del año 58,  me dejó muy recomendada  al nuevo  gerente,  Aníbal  López Trujillo,  quién  me hizo llamar para decirme que mi proyecto le interesaba mucho  y  que iba a experimentarlo.  Y que si funcionaba,  él se proponía  dedicar  el 75%  del presupuesto  del  ICT  a estos programas.

 

Inmediatamente,  Germán entró en  acción y con  René  organizamos  un seminario  en el CINVA  con el cual se inició formalmente  el programa  de  La  Fragua,  en  Bogotá,  tomando  dos manzanas de un  proyecto grande  que el ICT iba  a realizar en los terrenos  de una antigua hacienda  muy bien situada  en los  entonces  “egidos”  de la ciudad,  ahora carrera  30  y  31  entre las calles  17 y  16,  junto a la plaza  principal  del barrio.

 

El  Departamento de Trabajo  Social del  ICT,  bajo la dirección  de Lola  Rocha  y  Nina Chávez  de Santa Cruz  se encargó de dirigir  la  primera  investigación  de las familias.

Germán  aportó  un nuevo diseño  urbanístico  que aumentó  la densidad  prevista  por  el  ICT de 42  lotes  particulares  a  96  familias con  casa individual y con  dos entradas.   Además,  incluía un salón  comunal  y cuatro placitas. Todas las casas  tenían  acceso  independiente por  dos lados.

 

Se han realizado  muchos barrios  en todo el país con estos diseños.  Pero  La  Fragua  sigue  teniendo para nosotros un carácter  especial,  porque  todavía  estamos en  comunicación  con los  propietarios  de 19 casas,  en medio  de  construcciones  de varios pisos  que le dan  al  barrio  un  ambiente igual al de tantos  que hay en Bogotá.

 

En  La Fragua,  sin embargo,  la  Junta de Acción  Comunal  hace su trabajo  con mucha  conciencia  de haber sido la primera en Bogotá,  de haber dado  el ejemplo  y  promovido el entusiasmo  de nuevas comunidades.  Hoy tienen una Iglesia  que es una verdadera catedral,  una  plaza  enorme  que  los convoca,  frente  a la Iglesia.  Y sus cuatro placitas  con árboles  y prados,  distribuidas  entre las casas  y  edificios que ocupan  el espacio de las  dos primeras manzanas que concedió el ICT a este  programa.

 

Al visitar  las familias,  comprobamos  su evolución  y su  progreso,  de generación en generación.

Los primeros estaban  en la  categoría  de oficios  especializados:  músicos  de  Camucol,  panaderos, constructores,  zapateros, sastres y modistas,  profesores,  contabilistas, etc. Los hijos de ellos hicieron  todos  primaria  y  secundaria  en la escuela del barrio  y  los nietos son universitarios,  por principio.

 

Desde el punto de vista  económico todos  han aprovechado el tener en sus casas dos entradas independientes,  por calles  directas, que les han permitido desarrollar  construcciones  en  ambos lados,  algunas de varios pisos.  Muchos vendieron  y se fueron a otros barrios de la ciudad  o al exterior.

Quedan  19 familias  en sus casas de  origen,  sin embargo muy  transformadas.  Todos felices de haber vivido allí 50 años,  desarrollándose  y progresando  con tranquilidad  y mucha esperanza  para el futuro  de sus descendientes.

 

Se  han pasado más de 50 años  y  la  Fragua sigue siendo un  punto de  referencia en mi vida. 

 

Todavía  estamos en contacto con algunas  familias,  pero de las 96   con que se inició ese barrio  solo quedan 19  originales;  el resto  son gente desconocida para nosotros,  que  compró,  vendió  y revendió durante todos estos  años,  construyendo  edificios  en los lotes de  algunas de las casas.  Queda  una que otra casita,  bien pintada  y bien cuidada,  como testimonio del  modelo de  vivienda que se construyó entre  1958 y 1962,  en dos etapas  diferentes,  correspondientes  a la financiación  que conseguimos.  La primera desde  1959  a 1961,  con el  Instituto  de Crédito  Territorial,  gracias a un aporte de 25 millones de pesos  (de esa época) que aportó Colsubsidio cuando  su gerente  era  Roberto Arias Pérez[1].  La segunda etapa,  se inició en  1962  con la ayuda  de la  Andi[2]  cuando  varias  empresas de  arquitectos,  con el  apoyo  del  Punto  IV  del programa  de la Alianza  para el  Progreso  del Presidente Kennedy  de  los  Estados  Unidos financio  las últimas  42  casas,  que estaban  pendientes.

Ya en Colombia  estaba  en ebullición  “La  Acción  Comunal”  que  nació con el ejemplo  de la  Fragua.

Y se convirtió en un  ejemplo  para  multiplicarse,  incluso en países  vecinos.

 

La  primera etapa  la inauguró  el Presidente  de la República,  Alberto  Lleras  Camargo, el 16  febrero de 1961, 

y dejó grabadas  unas palabras  premonitorias sobre lo que  podría  significar  “actos  como  éste”  - así dijo – “para el  futuro  del  país”.

 

La  segunda etapa se construyó rápidamente,  en 1962,  porque  ya teníamos la experiencia  de  cómo organizar  los grupos de beneficiarios y sus horarios de trabajo:  sólo en fines de semana  pero ayudándose con obreros  pagados  por  ellos mismos  y por  algunas empresas  solidarias,  durante  los  otros días,  de lunes  a viernes.   

Esta etapa  fue  inaugurada  con el  Embajador  Fulton Freeman  de los  Estados  Unidos.  En su discurso,  sencillo  y  directo,  felicitó  a los que  construyeron sus propias casas,  por el  ejemplo  que ya  había  fructificado  en todo el país  y  mencionó que en 68 lugares se estaba haciendo ya autoconstrucción,  dirigida  y  organizada por grupos comunitarios  que habían  asumido  su  propia  responsabilidad  con talento  y decisión.

 

De esta manera se empezó a extender  el modelo  de la “autoconstrucción  dirigida”  y se amplió  a  otras  formas  de trabajo  comunitario,  como escuelas  y caminos veredales.  Así  nació “la Acción Comunal”,  que el Alcalde de Bogotá, el arquitecto  Jorge Gaitán  Cortés,  quien nos visitaba  mucho en la Fragua durante  todas  las obras,  entendió  y protocolizó con un acuerdo del Concejo  de Bogotá,  cuando él era concejal y que  impulsó  con todo su  entusiasmo  y  capacidad al  ser  designado  Alcalde de la ciudad.

 

La  Acción Comunal es el resultado de la integración de tres elementos dinámicos de la sociedad:  La mano de obra de los propietarios de la vivienda apoyada por la técnica  de profesionales,  todos voluntarios.  Y  trabajando bajo la coordinación de un organismo estatal,  que puede ofrecer créditos  y manejo de cartera a largo plazo.

 

En  esa época,  en los fines de semana,  íbamos  los tres  (Jorge Gaitán, Germán  y  yo) a  presidir  juntas comunales  que  pululaban  por todas partes. Y era emocionante sentir  el entusiasmo,  la decisión  y  el compromiso de tanta   gente involucrada en estas obras.

 

Allí aprendí el valor de  desatar  “la conciencia de  ser  capaces”,  que  era  lo que  yo les insistía en todas las oportunidades a los hombres y mujeres que  preparábamos para que  pudieran  responder  con fe  y disciplina al  trabajo  duro  de  la  autoconstrucción.

 

Esa conciencia de ser capaces,  sin duda, es el punto de partida  de cualquier empresa que se asume  con la visión  puesta en el  futuro pero con el reconocimiento de las  dificultades que nos rodean  en el momento  presente. 

Ser  realista no es ser  pesimista.  Pero ser  realista  significa también conocer y  valorar los recursos que tenemos para emprender cualquier proyecto que  implique esfuerzo  y constancia.  Y no tener  que afrontar el reto  de  actuar sin  una  orientación  y un  propósito concretos.

 

El principal recurso en estos movimientos comunitarios es la confianza en si mismo y el apoyo de  los  otros, lo  que  llamábamos en aquella  época, como un  slogan  del  grupo,  “esfuerzo  propio  y ayuda  mutua”.   

          

Mucho fue lo que aprendimos del excelente equipo de trabajo social que tenía  el  Instituto de Crédito Territorial:  Lola  Rocha,  Nina  Chávez  de  Santa  Cruz,  Alfredo García  y la incansable  Mary  Mesa,  que nos  acompañó  los cuatro años  que duró el desarrollo de este programa. Entonces también  eran funcionarios del  ICT Roberto  Pineda  Giraldo  y  Rafael  Machado.

 

Hay que distinguir varios elementos  en esta organización:               

  •  El diseño arquitectónico y urbanístico  y la acción  de los  beneficiarios.

  •  Además el  trabajo  social  que prepara,  acompaña y  dirige la  acción de  los grupos  que  conforman  los  programas de  autoconstrucción   es  fundamental  para  el  éxito  de  estos  programas.  

  • La  promoción y coordinación de  este proyecto me correspondió a  mi.  Pero,  como ya lo dije anteriormente, el modelo sirvió para demostrar de lo que es capaz de realizar  la gente que se  descubre a si misma y se organiza.

 

Una  cosa  es  el  diseño urbanístico   y  arquitectónico y otra cosa es la construcción,  propiamente  dicha,  con mucha gente  entusiasta  pero  no  capacitada  para  la  dura  labor  de  hacer  chambas  y   cimientos,   pegar  ladrillos   en   paredes  rectas  que  hay   que   vigilar permanentemente  con el  nivel etc.  Ni  hablar  de  cumbreras  y  techos,  puertas  y ventanas.

 

Aprendimos  que  en la  construcción  se  tenía  que  acudir  a  expertos  y  fue  entonces  cuando  varias  firmas  de arquitectos amigos ofrecieron  un obrero capacitado, por semana, logrando  así  avanzar rápidamente pero utilizando también  la ayuda  voluntaria de los beneficiarios de  las casas en fines de semana con  trabajos  dirigidos por esos  mismos  expertos.

 

Se creó un ambiente de  solidaridad y entusiasmo que era  estimulante para  todos,  tanto,  que de allí  nacieron  otros grupos  de  autoconstrucción  promovidos  por  algunos  de  ellos  mismos,  como  sucedió  más  adelante  con  Los  Laches y  El Tejar, durante  la  alcaldía de  Jorge  Gaitán  y  después  con Quirigua,  barrios  muy grandes que surgieron ya  bajo  la iniciativa de  sus  mismos líderes y donde  también  nos llamaron  a  colaborar.

 

Se  construyeron también  35 casas en la  vereda de San Isidro, sobre la  carretera a la Calera.

Para mi, hablar de la Fragua  tiene muchas facetas: primero que todo,  la gente.  Después, nuestra  propuesta,  con los contactos  institucionales  del  Cinva  y  del  ICT que son  toda una historia.  A  continuación,  las  obras, propiamente  dichas, con todos sus problemas, donde aprendimos  a manejar  las diferentes situaciones.

Sin embargo,  tal vez lo más importante,  es haber comprobado lo que significa la dignidad de  la persona humana en todas sus posibilidades.  Que lo  único  que  hará siempre falta es la coordinación  de voluntades  y  esfuerzos para lograr resultados formidables, sobre la base de tener conciencia  de que todos somos capaces.

 

Finalmente,  se dió  el efecto multiplicador  de este modelo de superación,  personal y colectivo,  que estimuló tanto a propios como a extraños.  Y a nosotros nos marcó con un sello de investigación y de servicio que nos  ha  acompañado toda la vida.

 

En aquella época terminamos conectándonos  con la  oficina  de  Rehabilitación  de la Presidencia  de la República  donde recibimos  el apoyo  irrestricto  de José  Gómez  Pinzón.  Y  de allí en adelante  nuestro  proyecto  se convirtió  en  un  modelo  de  gobierno,  que  empezó  a  multiplicarse,   primero  en  el  barrio  de  Agua  Blanca en Calí,  para solucionar una invasión.  Luego en Cartagena, con el Obispo y unas señoras promotoras de obras sociales. Lo mismo sucedió en Barranquilla.  El  modelo  fue  puesto  en  práctica  en  muchos  lugares  del  país,  promovido  por  particulares.

 

Misael  Pastrana, presidente de la República 1970 -1974[3] nos contó que había visto en Ibagué  un grupo de 25 familias que  construían su pequeño  barrio siguiendo las  pautas de un artículo  que habían encontrado en el  periódico, donde nosotros  contábamos  lo que habíamos  hecho en la  Fragua. Uno de los éxitos  de este trabajo fue que produjo un  verdadero  boom  publicitario  y  lo comentaron  en todos  los medios de comunicación,  durante mucho  tiempo.

 

Sin embargo,  hay algo más que es imposible de explicar.  Sólo al ver la transformación de las personas, las historias de las familias involucradas, todas provenientes de lugares muy precarios llenos de dificultades y  carencias. Las  sonrisas  y  la  felicidad  que  no  saben  cómo  expresar,  en  aquella  época  y  aún  ahora,  todo  eso  es  algo  indescriptible que ni  aún con el paso de  los años  se puede olvidar. 

 

Ver,  por ejemplo,  a las niñitas con sus mejores  vestidos de fiesta, cargando  un ladrillo para colocarlo en la carretilla que un muchacho empuja con dificultad,  participando  así todos  los miembros de las familias  en aquellos  fines de  semana en que se volcaban  todos a  ayudar.

 

Las  familias,  sábados y domingos  llevaban sus almuerzos  y hacían  como picnics  comunitarios,  por turnos,  para no  interrumpir  un minuto el trabajo que  “los  expertos”  les habían asignado .  Esto  muchas veces no significaba un avance  en las obras  pero habíamos  convenido que era necesario dejarlos  participar  para que no se  perdiera el espíritu de la  consigna  inicial :  “esfuerzo  propio  y ayuda  mutua”.

 

Hoy,  es la  Acción  Comunal,  un  organismo  del  Estado,  con  más  de 25.000  juntas  en  el  país,  en todas  las poblaciones  y veredas  de  la nación.  La  Fragua,  que era  el nombre  de la hacienda  donde el ICT construyó ese  barrio,  históricamente cumplió el papel que su nombre indica:  fraguó una conciencia  nacional de  ser  capaces,  “con esfuerzo propio y ayuda mutua”,  para  solucionar el  problema de la vivienda que tantos  millones  de  personas  necesitaban  en el país.

 

El  modelo colombiano – como lo denominaron en México – se  empezó a extender a nivel  continental. En  Venezuela,  durante el gobierno del Presidente  Caldera,  Arístides  Calvani y  su esposa  Adelita  promovieron la  Acción  Popular,  siguiendo  los  lineamientos  que en Colombia se experimentaron con  tanto  éxito  bajo el nombre de la  Acción Comunal. En  la  Argentina,  en  Córdoba,  y  en  el  Perú,  en el Callao,  supimos igualmente de programas realizados con este ejemplo.  Yo fui invitada a Suiza  en 1964 donde se realizaba en Interlaken un congreso  del Consejo Internacional  de Mujeres y allí presenté un informe que  me ayudó a editar  Carlos  Martínez  Jiménez,  el dueño  y  director de PROA, la revista  de  arquitectura tan conocida  en  Colombia.  Fue  increíble el entusiasmo  que  provocó ese informe,  que tenía  su  traducción  al  inglés.

 

Más tarde,  supe de Suecia, que promovía programas semejantes en  África, particularmente en Liberia.

Y  desde Angola  recibí  los datos de  una de  las  participantes  al  congreso  en Suiza  que siguió al pie  de la  letra  todo el  proceso que  nosotros  llevamos a cabo  aquí;  tuvo  éxito  y estaba agradecida.

 

Desde el  Vaticano, el  Cardenal  colombiano  Alfonso  López  Trujillo  me hizo invitar al Congreso Internacional de AMFE, la Asociación Mundial para la Familia, con sede en Roma, que  se  llevó a cabo  en Toronto  –  Canadá.

 

Llevé una ponencia titulada La  Vivienda Productiva  que tuvo mucho  éxito.  Pero lo más interesante  fue que repercutió  en Monterrey,  México.  Una periodista mexicana que asistió a ese congreso  entusiasmó  a una familia Garza Villarreal  para que hiciera un programa de vivienda como el nuestro en Colombia.

Ellos me invitaron  a Monterrey dos veces y,  evidentemente,  siguieron  las pautas que yo les transmití  y ahora hay allí una réplica  de la Fragua, como inicio  de programas  que quieren  continuar.        

 

Un funcionario de Naciones  Unidas nos hizo  caer en la cuenta que  lo más interesante de la Fragua era el  diseño de las  casas que,  en  planta,  están  divididas en dos espacios,  con un patio de separación entre los  dos  pero con  entradas,  desde  la calle,  para  cada  sector.         

Se  convierte así en  dos unidades  independientes: la casa  y el  cuarto  de  atrás.

Esto  fue  producto  de la necesidad  de las familias para que,  pudieran  vivir  en un cuarto independiente mientras  construían la casa,  propiamente  dicha,  al  otro lado del  patio.  Con el tiempo,  esto produjo  el efecto  de  tener  dos  viviendas  en lugar  de una sola  y pudieron  alquilar una de las dos, con lo cual desde el principio ya obtuvieron una renta,  sin perjudicar el  bienestar de  la  familia.

 

En  11  “cuartos de  atrás”  se organizó provisionalmente una escuela  de  850 alumnos,  mientras  se construyó  un  excelente colegio,  en  la plaza  principal del barrio.

 

Al comenzar,  en las dos  manzanas que  entregó el  Instituto de  Crédito  Territorial  había  diseñados 42  lotes y  Germán  logró  introducir  96  casas,  cuatro  placitas  y un  salón  comunal.  Ya de por sí  esto  fue  un  aumento  considerable en la densidad  urbanística pero lo verdaderamente  efectivo fue el tener  acceso independiente para  cada uno de los dos  sectores  de esa casa,  que  cubría un terreno de 12 metros de profundidad por 7  metros de frente.

 

Finalmente,  tengo que hacer un  reconocimiento  que  aunque parezca insólito,   para  mí fue la causa  de todo este  milagro  de la  Fragua:  Pío XII,  en el  castillo  de  Castengaldolfo,  en el  verano de 1950,  nos dió a Germán  y a mi una bendición  muy  especial.  Nosotros  habíamos conseguido  la audiencia  por intermedio  de nuestro  embajador colombiano[4],  La llamaban  “audiencia  privada”  pero éramos unas  sesenta parejas,  colocadas en semicírculo  en un enorme salón y  separadas casi un metro  la una  de la otra.

 

El  Papa  entró por el lado izquierdo  y fue  saludando a cada pareja.  Entregaba unos  rosarios y  le daba la bendición a cada una.  Cuando  llegó donde nosotros,  que  estábamos más o menos  en la mitad  de ese semicírculo,  nos preguntó:

-  De  dove ?

-  Respondimos: - De Colombia,  Sur  America.

 

Inmediatamente empezó  a hablar en español perfecto, porque había sido  Nuncio  Apostólico  en la Argentina.  

-  Ah!  Colombia! Un país tan católico  -  ¿Cómo  van  después  de  la  revolución? 

Se  refería al  9 de  abril de  1948. 

 

-  Ustedes  parecen  recién  casados, ¿verdad?  Les doy una bendición muy especial.

Nos arrodillamos y recibimos nuestra bendición. Lo  extraordinario fue que,  cuando ya estaba llegando a los vecinos,  se devolvió  y nos dijo muy solemnemente: 

-  Quiero darles  otra bendición  muy especial.

Caímos de rodillas de nuevo y recibimos  con mucha  unción  esa segunda bendición.

Lo más curioso: a nadie más en ese salón le dio  otra bendición.  Ese gesto fue para nosotros,  nada más.

 

Yo  siempre  he  pensado  que  eso  fue  el  principio  de  nuestra  experiencia  en  vivienda,  los  programas  de autoconstrucción y su  corolario,  la  Acción Comunal  en Colombia.  Por  otra parte hay que recordar que Pío XII  fue calificado como el  Papa de la Vivienda,  porque  ayudó a  impulsarla  después de la segunda  guerra mundial.

 

 Y para completar esta observación: 

Pío XII  murió en 1958.  Y  fue  en ese año cuando  comenzamos nosotros toda esta historia de la  autoconstrucción dirigida que actualmente es un programa nacional,  con organismo propio y que actúa en  todos los rincones del  país.

Se  ha creado  una  conciencia nacional  de promoción  y mutua  ayuda,  con un sentido  espontáneo de solidaridad  que  ha influido en la  manera de  ser  de los colombianos  quienes se distinguen internacionalmente por  su capacidad  de colaboración y liderato.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Dos  gerentes del ICT  nos  colaboraron: Antonio Garcés  Sinisterra  y Aníbal  López Trujillo.

[2] Era el gerente Enrique Caballero Escobar.

[3] Precisamente, en ese  periodo  creó  la Secretaría  de Asuntos  Femeninos adscrita al  equipo privado de asesores en la  Presidencia  de la República, cargo que me ofreció y que  yo ejercí, desarrollando un  programa que yo misma escribí  para su esposa,  María Cristina  Arango de Pastrana,  que me había pedido que la ayudara en Acción Comunal  para lo cual  ella se quería dedicar.  Preocupada,  pensé mucho algo que ella pudiera hacer sin  que fuera precisamente  la Acción  Comunal,  porque me parecía  que para entonces ya se había  politizado mucho el movimiento  y a ella eso no le convenía.

Entonces le escribí una carta  explicándole lo que  podría ser  una oficina de Asuntos Femeninos donde ella pudiera dedicarse a la mujer,  ya que existía,  recién fundado  por Cecilia  de la Fuente de Lleras Restrepo el Instituto  de Bienestar  Familiar.

El  efecto de  esa carta fue       que me  llamaron  de la Presidencia para que  yo pusiera  en práctica  lo que  le proponía  a la señora  del Presidente.  Ella resolvió  dedicarse al Instituto  de Bienestar  Familiar del cual  por ley  era  la Presidenta,  y allí trasladó  su oficina.  A mi me adjudicaron  el despacho de ella en el  palacio presidencial.

 

[4] Joaquín  Piñeros  Corpas

Testimonio Yolanda Martínez

 

Carta de gratitud por Alberto Pazmiño Proaño 

Quito, a 30 de mayo de 2016:

 

Queridos arquitectos

Yolanda Martínez de Samper y Germán Samper  Gnecco:

 

Hoy, más de 50 años después de haber sido beneficiario de su filantrópico proyecto de vivienda La Fragua, me honro en dirigirme a ustedes para expresarles la inmensa gratitud que siempre hemos sentido mi familia y yo por ello.

En el año de 1960 yo era apenas un niño de 10 años, vivía en un inquilinato con mis padres y mis 5 hermanos (hermanos que a la postre aumentarían a 7¡), en condiciones más que precarias. No entro en detalles porque no hace falta decir más. Fue entonces cuando mi madre comenzó a acariciar el sueño de tener una casita. Una vecina le habló de su proyecto y la invitó a que la visitara a usted, Doña Yolanda, en su vivienda en el barrio Usaquén. Mi primera participación fue “asesorar” a mi mamá de en qué bus llegar y yo mismo la acompañé: tomamos un “Flota Usaquén” que nos dejaba en la carrera 7ª. Con calle como 120 o algo así.

Para mi madre convencer a mi papá no fue nada fácil: por algo muy sencillo: él nunca en su vida había sido capaz de “clavar una puntilla en la pared”, como siempre decía, por falta de habilidad para ese tipo de tareas, pero finalmente aceptó y  se enroló en la lista de beneficiarios de su proyecto Sociedad Mutuaria de Autoconstrucción: Esfuerzo Propio y Ayuda Mutua, tercera y última etapa, que constaba de 42 de las 90 viviendas que ustedes concibieron y sacaron adelante. Ese grupo recibió las viviendas el 20 de mayo de 1962.

Hace pocos días me encontré de casualidad con un video del año 2010 en Youtube, en el que los entrevistaron a ustedes en ocasión de cumplirse 50 años del proyecto y en el que  me enteré de detalles tan significativos y anecdóticos, de los que por ser tan niño no me había preocupado en su momento, y que hoy, luego de tantos años me invitan a llegar a ustedes.

En la entrevista me emocionó mucho saber detalles tan bonitos como que el impulso casi definitivo ocurrió cuando don Ángel María López, quien según narra doña Yolanda era conductor de un vehículo de su familia, les confesó su deseo y plan de tener una vivienda sin contar sin absolutamente más recursos que el sueño de tenerla! Sueño que ustedes hicieron realidad y que por esos deliciosos azares del destino mi familia se benefició también. Mi madre se llama Fanny de Pazmiño, mi padre se llamaba Luis Miguel Pazmiño, quien en La Fragua se hizo muy amigo de don Ángel María, ya que ambos eran buenos conversadores en temas de literatura, política, y demás cosas que aprendieron de manera estrictamente autodidáctica. Los dos fueron los eméritos presidentes de sus respectivas Juntas Directivas. Pese a ser ecuatorianos, mis padres lograron que ustedes consigan que les otorguen el beneficio sin necesidad de nacionalizarse.

Bueno, pues en La Fragua comenzó una nueva era para mi familia: se acabó la ignominia de los conventillos infrahumanos en que nos tocaba vivir. Comenzamos a salir adelante con el esfuerzo de nuestros padres. El hecho de no tener que pagar arriendo y además de disponer de una renta gracias al local que comprendía la casita fueron definitivos: La concepción del proyecto la Fragua fue tal cual como ustedes anotan en la entrevista: Vivienda productiva, varios de nuestros vecinos ocupaban la casita para sus talleres, ya sea de carpintería, de metalistería, panadería, peluquería, etc. etc.

Gracias a Dios desde que nos fuimos a vivir a nuestra casa de La Fragua,  superamos todo lo anterior. Yo, personalmente logré con una beca estudiar Ingeniería de Sistemas  en la Universidad de Los Andes, esa ha sido mi profesión. Por los años 80 me vine a vivir a Ecuador. Logré conseguir otra beca para hacer una Maestría en la Universidad Politécnica de Madrid y he vivido dignamente de mi profesión. Estoy por pensionarme en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en Quito, donde soy docente de grado y posgrado. Y anoto esto porque todo comenzó en La Fragua, en el proyecto que ustedes concibieron y sacaron adelante haciendo gala de una excelencia profesional y un sentido altruista inmenso.

Por todo ello, queridos arquitectos doña Yolanda Martínez y Germán Samper: Muchas gracias. Sé que ustedes habrán saboreado también la ingratitud quizás, pero sé también que este documento es fiel testimonio de que existe el reconocimiento. Dios les ha recompensado evidentemente con excelentes hijos y con muchas más cosas. Elevamos nuestras oraciones para que gocen siempre de la felicidad que se merecen y que sepan que en este planeta existimos personas que guardan por ustedes una gratitud enorme e imperecedera y que hoy doy testimonio e ello por intermedio de eta vía electrónica a la que he podido llegar gracias a mi amiga Pastora Murillo, de cuya amistad me honro también.

Reciban, por favor, un abrazo respetuoso, sincero y afectuoso y la ratificación de mis mejores deseos por su bienestar y el de toda su familia. Si vienen por Quito, aquí tienen un amigo agradecido que les espera.

 

Con muchísimo cariño,

Alberto Pazmiño Proaño

Carta Alberto Pazmiño
Texto Fragua Germán Samper

UN PROYECTO EXPERIMENTAL

Por Germán Samper

 

Autocontrucción dirigida. Barrio La Fragua - Bogotá 1958-1962

 
Introducción

En el año de 1958 se están produciendo en el país cambios estructurales con motivo de la llegada del Frente Nacional y la presidencia de Alberto Lleras Camargo. El concejal y posteriormente Alcalde de Bogotá, Jorge Gaitán Cortés, arquitecto de profesión, está concibiendo nuevos procesos de participación ciudadana a través de la creación de Juntas de Acción Comunal en los barrios, siguiendo  el ejemplo de las tradicionales “mingas” con que la gente del pueblo soluciona con frecuencia la construcción de sus casas con ayuda de vecinos y amigos.

 

La construcción del conjunto de viviendas La Fragua, que se hace por Autoconstrucción, es visitada con interés por Jorge Gaitán Cortés. Es el primer barrio desarrollado por este sistema. Esta forma de trabajo comunitario respaldado con la organización del Estado con créditos a largo plazo y con la coordinación voluntaria de profesionales del sector privado que tuvieron la iniciativa, fue el modelo que inspiró el movimiento de acción comunal que Gaitán Cortés convirtió en un acuerdo municipal. Posteriormente el Gobierno Nacional a través del Instituto de Crédito Territorial determinó establecer el Sistema de autoconstrucción dirigida como uno de sus principales medios para ampliar la cobertura de viviendas de interés social.

También, por ese entonces, a escala nacional el Gobierno creó las Juntas de Acción Comunal. Hoy existen en el país 22.000 juntas desarrollando toda clase de acciones de tipo comunitario.

 

En 1.958 se inicia la construcción de 94 viviendas, por el sistema denominado Esfuerzo Propio y Ayuda Mutua. A 45 años de su realización, se tiene el tiempo necesario, para analizar el hecho con una perspectiva histórica, más, cuando se ha hecho un seguimiento periódico al grupo y a algunas familias en particular y se pueden apreciar los frutos y el significado de lo que es poseer una vivienda propia.

Puedo decir que en el ejercicio de mi profesión, esta obra representó un viraje radical. Fue un aterrizaje forzado, al entrar de lleno en la realidad del país. Conocer la pobreza de muchos de nuestros compatriotas y también conocer su coraje para enfrentar una vida dura, que se supera sólo con esfuerzo y perseverancia.

 

Como un acto de reconocimiento y de justicia, debo decir que fue mi esposa Yolanda, quien tuvo la iniciativa, realizó las primeras gestiones y  puso el entusiasmo y el empeño necesario para que el proyecto fuera una realidad. Yo intervine como arquitecto en los aspectos técnicos, diseño, dirección de la construcción y poco a poco me fui vinculando emocionalmente, comprendiendo que, en conjunto con ella, estábamos haciendo un trabajo de trascendencia para el país. Tal vez lo más importante fue el saber que trabajábamos por solidaridad y no por unos honorarios, que jamás tuvimos intención de solicitar. Por ser esta una publicación que hace énfasis en el diseño arquitectónico, no es este el lugar para entrar en detalles sobre lo que fue el proceso de concepción, gestión y administración, pero dada su importancia conviene hacer una síntesis.[1]

 
Nuevo enfoque en el ejercicio profesional

Se trataba de diseñar y construir para un cliente anónimo, o dicho de otra manera, para familias con características y necesidades muy diferentes entre sí. Sin embargo, se realizaron planos y maquetas y fueron consultadas con la comunidad para llegar a un acuerdo colectivo. Se concluyó que se construiría un bloque de 42 M2 adelante del lote y uno atrás de 3 x 7 Mts., con el fin de realizar lo más rápido posible  una primera  etapa y que ellos la pudieran habitar. El CINVA -CENTRO INTERAMERICANO DE VIVIENDA- colaboró con un curso de entrenamiento en construcción para los usuarios y los dirigentes.

 

El Diseño

El Instituto de Crédito Territorial - ICT, adjudicó 2 manzanas en el barrio La Fragua, con una capacidad de 20 lotes cada una y una calle intermedia. Urbanísticamente se eliminó la calle central y se proyectó un pequeño conjunto de viviendas con calles peatonales, algunas pequeñas plazas y buscando que en lo posible, los cuartos planteados en la primera etapa tuvieran su propio acceso. El tamaño de los lotes se redujo  y el resultado fue una agrupación a escala humana, con una capacidad de 94 lotes, es decir, duplicando la densidad.

 

Las viviendas se proyectaron en un piso con cubiertas de dos aguas, con pendientes que permitieran la posterior construcción de un altillo. La planta contenía una pequeña sala-comedor, tres alcobas pequeñas, un baño y una cocina.

 
Nuevo enfoque en la construcción

Se vio la necesidad de hacer diseños constructivos de una gran simplicidad para que facilitara la construcción realizada con una mano de obra no calificada, compuesta por serenateros, peluqueros, conductores, zapateros, carpinteros, ornamentadotes, entre otros. Se optó por una construcción en un piso,  con muros de carga y dos aguas sencillas que recibieran unas correas que sostuvieran las tejas de asbesto cemento.

 

Un maestro de obra, que a la vez era adjudicatario, tuvo a su cargo la dirección de la obra.  Armado de paciencia, daba instrucciones a quienes iban a ser sus vecinos. La construcción se llevó a cabo al comienzo en sábados y domingos y más tarde por las noches. Varias firmas de constructores colaboraron con el ofrecimiento de un obrero durante la semana o el préstamo de maquinaria en días festivos. Otras empresas ofrecieron materiales con buenos descuentos.

 
Equipamentos

Se dejó el área para un pequeño salón comunal, que con mucha dificultad las familias han ido construyendo por etapas y presta el servicio invaluable de mantener unida la comunidad. Finalizadas las construcciones, se presentó una coyuntura que permitió que algunos de los cuartos posteriores fueran alquilados por la Secretaría de Educación del Municipio, con lo cual, en muy pocos días se organizó una escuela primaria que benefició a los niños menores, mientras una edificación definitiva fue levantada.

 

Vivienda Productiva

Los cuartos de atrás, de muy buena área, pronto se convirtieron en fuentes de ingresos. Se arrendaron para locales,  para alojamiento, se convirtieron en talleres o se ampliaron para albergar a las mismas familias y alquilar la casa principal. Lo cierto es que a partir de ese momento, se pudieron pagar las cuotas de amortización del ICT y mejorar los ingresos de muchos de los usuarios.

 

Los Frutos de la Vivienda Propia

Un amigo arquitecto, visitó La Fragua en ese entonces y nos escribió lo siguiente:

“Más que los valores arquitectónicos me impresionaron los valores humanos. Haber visto la felicidad, el entusiasmo, la actividad con que trabajan esos hombres, oírlos hablar de sus planes para el futuro; fue una experiencia conmovedora. Recuerdo el más ilustrado y al parecer más ambicioso de ellos, que hablaba de su trabajo para dejarle una casa a sus hijos. Yo tuve impulsos para decirle algo que callé por no encontrar al momento las palabras justas y quisiera poder decírselas ahora: Usted dejará a sus hijos también otra cosa aún más valiosa que la casa misma y que nadie le podrá quitar. Aunque un temblor o un fuego destruyese la casa o por cualquier otro motivo la perdieran, sus hijos siempre tendrán el ejemplo y el orgullo de haber tenido un padre que construyó su propia casa.” Y agregaba “Eso no es vanidad. La propia estimación y la mayor confianza que ese hombre ha de sentir al verse propietario por su propio esfuerzo, ha de contribuir tanto o más que el mejorado ambiente físico del hogar para una familia sana y libre de preocupaciones, primer requisito para el desarrollo normal de la personalidad del niño”. Eugenio Batista

 

La Transformación de La Fragua

 

En lo Físico

Salvo algunas viviendas que no se han modificado, la mayoría se han transformado físicamente. El cambio es impresionante y eso tiene su explicación en un análisis económico, sociológico y antropológico.

La seguridad de la vivienda propia por sí sola mejora los ingresos, pero la vivienda productiva los acelera, crea ingresos adicionales y abre posibilidades de crédito, por la posesión de un bien que sirve de garantía.

El hecho es que con los años, el barrio es irreconocible: A los ojos del arquitecto diseñador, se perdió la unidad, se generó el caos, se tumban las cubiertas inclinadas y se construyen las placas planas, las viviendas están predestinadas al crecimiento, muchas están en obra. Se van haciendo voladizos en los segundos y terceros pisos. Poco a poco, el barrio se va pareciendo a los típicos barrios de desarrollo espontáneo. Existe sin duda una cultura popular en materia de edificación, que crece en toda la ciudad y tiene similitudes impresionantes con otros países latinoamericanos.

 

El barrio blanco que entregó el diseñador, inspirado en lo que vio en la isla de Ibiza, las obras del primer modernismo europeo y los edificios de la Universidad Nacional llamada la Ciudad Blanca, se transformó en un barrio multicolor, con edificaciones de todas las alturas, todos los materiales y las más variadas decoraciones. Adoptaron la estética típica de los barrios populares de la ciudad. Es la estética popular y no la estética de las academias.

 

En lo Social

¿Qué ha pasado? Cada casa es al interior un universo.

No hay una familia igual a la otra. Así como la edificación está en latente construcción, los seres humanos están en crecimiento. Ahora tienen derecho a soñar, a educarse, a progresar, a tener esperanzas, a aspirar a ambiciones legítimas. Y con los años el fenómeno de la transformación familiar es impresionante. El fruto en este caso es positivo;  no puede ser mejor. Las 4 hijas de un zapatero remendón, son profesionales y han mejorado su estatus. El hijo del serenatero es hoy primer violín en Los Ángeles, Estados Unidos; los del maestro son ingenieros y arquitectos de éxito profesional, las hijas de uno de los conductores tienen altos cargos en la administración e intervienen como consejeras en el Congreso de la República, de allí han salido sacerdotes, pilotos de aviación. ¿Qué más se puede esperar? Son profesionales calificados que se incorporan a la clase dirigente del país.

 

La casa propia es un formidable instrumento de promoción social. Es la solución  que las mayorías del tercer mundo ofrecen. Hay lugar al optimismo. Basta con poderles ofrecer a las familias la seguridad de un techo propio, que tenga posibilidad de crecimiento y donde puedan realizar, fuera de su función residencial, toda clase de labores. Con razón en la Séptima Bienal de Arquitectura de Venecia, algunos arquitectos, cansados del formalismo arquitectónico, lanzaban la sentencia: “más ética, menos estética”.

 

[1] Los sueños de mi esposa nacieron con el modesto plan de solucionarle el problema de vivienda a una familia.

Por la amistad con un arquitecto del CINVA, René Eyheralde -chileno- quien nos asesoró el proyecto, fue tomando cuerpo. Surgió la idea de constituir una Sociedad Mutuaria para Autoconstrucción, que fue creciendo de 24 a 52 y luego a 94 familias. De gran importancia fue la colaboración del ICT – Instituto de Crédito Territorial – que ofreció el terreno, préstamo para materiales y la administración de la cartera; la financiación de la Caja Colombiana de Subsidio Familiar para 25 familias y la AID -Agencia para el Desarrollo- de Estados Unidos a través de la Alianza para el Progreso.

Fue el primer proyecto de este tipo en el país y su inauguración fue presidida por el Presidente de la República Alberto Lleras Camargo para su primera etapa y por Fulton Freeman, Embajador de los Estados Unidos en Colombia, para la segunda y tercera etapas. Este último en su discurso comentó que para ese momento se estaban desarrollando 68 proyectos por este sistema. Posteriormente, la Sociedad Colombiana de Arquitectos se vinculó para la realización de proyectos similares. La firma Esguerra Sáenz y Samper, se ocupó del manejo administrativo de la obra.

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